Las vidas de dos hermanos (Tom Hardy y Joel Edherton), separadas por la muerte de su madre y el alcoholismo del padre (recuperado Nick Nolte), confluirán en un torneo de lucha. Tommy, el más joven, carga con el trauma de haber vivido la enfermedad y muerte de su madre, además de la dureza de la guerra de Irak, donde fue un heróico marine. Es un tipo callado, seco, pero que cuando subre al ring descarga toda la amargura que lleva dentro, convirtiéndose en una máquina de lucha letal.
Brendan, por otro lado, es un padre de familia, profesor de física en un instituto. La enfermedad de su hija y el terrible sistema sanitario norteamericano hacen que los bancos estén a punto de quitarle su casa, por lo que aparte de otros trabajos pelea en sitios de baja estofa por unos dólares. Es un gran luchador, pero su edad hace que todos lo tomen a chufla, aunque sobre la lona demuestre su potencial.
Es curioso, pero como me pasa con las peliculas de juicios, las de atracos y las de boxeo, o este caso lucha extrema (todo vale). Tengo una especial predilección por estas historias de superación, con momentos lacrimógemos, en los que la vida de los protagonistas penden de sun hilo sobre un ring. Warrior no es una excepción: en ella veremos a esposas que apoyan a sus maridos hasta el último momento; hermanos que se verán las caras con violencia;relaciones paterno filiales de complicada resolución y sobre todo, unas peleas, de una fisicidad apabullante. Imagino que los protagonistas habrán cobrado de lo suyo, algún que otro golpe se han llevado.
Tom Hardy, al que pronto veremos como Bane en la nueva película de Batman; Joel Edgerton (Animal Kingdom), actor australiano que poco a poco se abre camino en los USA y Nick Nolte, al que echábamos de menos en las pantallas, componen un trío de grandes personajes.
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