Gaspar Noé nos tiene acostumbrados a que sus películas sean una experiencia visual para los espectadores. En Irreversible nos llevó al límite de lo que el ojo humano puede soportar, dejando aparte la dureza de algunas de sus escenas.
Con esta nueva incursión, el director se marcha a Japón y nos cuenta la historia de Oscar, un chaval que trafica droga. Vive con su hermana Linda (lacia Paz de la Huerta, como ya habréis comprobado los que sigáis Boardwalk Empire...), a la que adora y tiene algunos colegas. Uno de éstos, Alex, lo traiciona, convirtiéndolo en objetivo de una redada policial en la que muere, abatido por un disparo. A partir de ese momento seremos testigos de primera mano, del viaje que realiza el espíritu de Oscar. Viajaremos al pasado para conocer el por qué de ese vínculo que une a los hermanos y al futuro, donde flotaremos sobre las vidas de Linda, Alex y Victor.
Para el espectador es un esfuerzo tremendo seguir la cámara de Noé, que lo mismo sobrevuela la ciudad de Tokio, que se introduce repetitivamente dentro de focos de luz, trasladándonos a un universo de colores, algo Kubrickiano. Es una película en la que los colores, realzados, le dan un aspecto distinto a la gran urbe. Cómo no, hay alguna que otra escena dura, especialidad de la casa, pero digeribles.
Si habría que ponerle alguna pega a esta película es su duración, dos horas y treinta y cinco minutos de viaje espitirual-alucinado es quizá demasiado, pero si llegamos al final veremos dónde está ese Vacio, el lugar donde todo acaba, ¿o tal vez empieza?
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