Hagámonos varias preguntas: ¿Era necesaria esta película en la magnífica carrera de David Fincher? Pues la verdad es que no, y menos habiendo una adaptación previa. Ya conocemos la manía norteamericana de recrear películas de éxito. ¿Aporta esta versión algo nuevo? Bastante, en primer lugar la dirección de Fincher es, una vez más, magnífica, dotando a la cinta de un ritmo que no poseía la versión de 2009, dirigida con frialdad por Niels Arden Oplev. Durante 158 minutos, David Fincher nos narra la investigación de Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander, una atípica pareja que rebuscará en el pasado de la familia Vanger, una estirpe que esconde oscuros y terribles secretos.
Naomi Rapace ofrecía una imagen de Salander extremadamente violenta, sin abandonar un rictus estreñido durante la primera versión y sus posteriores secuelas. Sin embargo, en la versión USA, la joven Rooney Mara hace suyo al personaje y le da varias caras: La violenta, arisca, pero también la frágil.
En esta versión se nos presenta a la perfección a la familia Vanger y una vez que la investigación comienza, tendremos que estar muy atentos, ya que las imágenes y pistas desfilarán por la pantalla a una velocidad de vértigo.
La relación entre Mikael y Lisbeth se muestra aquí en varios momentos, dándonos una imagen más completa de lo que llega a ser.
¿El único problema que le veo a la cinta? Daniel Craig siempre es Bond, James Bond. Por mucha barba de varios días que lleve, en cuanto se quita la camiseta demuestra que no es ese periodista que se ahoga al correr y que se lleva todas las tortas en la película. No quiero decir que su actuación sea mala, pero una cosa es lo que dice y otra lo que su físico muestra.
¿Porqué ha hecho esta película David Fincher? Habría que consultar un extracto de su cuenta corriente...
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