martes, 21 de febrero de 2012

HUGO


Paris, 1930. Hugo Cabret (Asa Butterfield) es un chaval huérfano que vive oculto en los pasadizos de una gran estación. Sobrevive con lo que roba mientras mantiene en hora y bien engrasados los relojes del lugar. Su padre le dejó solamente un misterioso muñeco, un autómata averiado que esconde un mensaje. Comienza una aventura que lo hará cruzarse con la vital Isabelle (Chloe Grace Moretz), el cascarrabias George (Ben Kingsley) y el incansable Inspector de la estación (Sacha Baron Cohen, pelín pasadillo), que lo perseguirá una y mil veces para mandarlo a un orfanato...
Martin Scorsese entona un bello canto de amor a su profesión: El Cine. Detrás de todo el misterio se oculta una historia que nos llevará al nacimiento del Séptimo Arte y a la de uno de sus Padres, un creador que siempre pensó en llevar la magia a las butacas donde se sentaban los espectadores.
Scorsese adapta la primera de una serie de novelas juveniles escritas por John Selznick y lo hace con ritmo, dotándola de unas imágenes impresionantes. Convierte a la ciudad de la luz en un tremendo y mágico decorado. No hay más que ver el increible prólogo con el que se abre la cinta y que, prácticamente, sin diálogos, nos presenta el lugar, los personajes que lo habitan diariamente y, sobre todo, al carismático muchacho protagonista. Un filme en el que las tres dimensiones no están hechas para golpearnos la cara con objetos lanzados, sino (como sucedía en Avatar) meternos, introducirnos en otro mundo. El mágico lugar que se esconde tras la gran pantalla blanca.

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