En esta película de David Cronenberg asistimos al cambio que da la plácida existencia de Carl Jung, uno de los padres del psicoanálisis, cuando una nueva paciente llega al sanatorio en le que trabaja, aplicando en ella sus innovadoras ideas y terapias para llegar al fondo de los traumas. Sabina Spielrein(Keira Knighley)es una joven rusa, aquejada por una enfermedad nerviosa, una chica brillante que quiere estudiar psiquiatría y que con la ayuda de Jung, ira abriéndose y revelando el orígen de sus males. Esta cercanía paciente-doctor hará que el estoico y cerebral Jung (Michael Fassbender) se replantee su existencia y su filosofía de vida y trabajo.
A la vez seremos testigos de la relación Maestro-discípulo que se desarrolla entre Freud (Viggo Mortensen) y Jung. El primero aboga por su teoría de que los males de la mente provienen de experiencias sexuales negativas, algo que Jung no aplica en sus estudios.
La presencia de otro doctor, aparentemente enfermo, el libertino Otto Gross (Vincent Cassel), será el detonante final para que las relaciones entre Jung, Freud y Spielrein cambien para siempre.
Cronenberg, que posee una carrera en la que nos ha llevado a conocer los límites de la carne (Videodrome, Inseparables...) y los de la violencia (Una historia de violencia; Promesas del Este..) o la locura (Spider) nos ofrece aquí una historia basada en la obra de teatro de Christopher Hampton. Una historia pausada, de largas conversaciones, cartas y alguna que otra (pocas) escenas que rompen con una estoica dirección, pero que no por ello deja de narrarnos una apasionante historia sobre dos personajes clave del siglo pasado y a los hombres detrás de los mitos.
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