Es realmente admirable como una campaña de marketing bien llevada nos puede conducir por el camino que sus responsables deseen sindarnos cuenta o percibir, que se nos está dando, mostrando, sólo lo que ellos quieren que veamos.
La nueva película de 007 es el ejemplo perfecto. ¿De que habla todo el mundo? ¿Su trama?, ¿los paises que recorre Bond?, ¿el director? No, el tema número uno es la gran interpretación que ofrece Javier Bardem. Y es cierto, sin lugar a dudas el actor español ha creado (con la ayuda del realizador y los guionistas) un villano que da miedo, pero miedo de verdad. En una sola escena te corta la respiración y en su mirada ves la locura, es la némesis perfecta para el agente británico.
Y ahora viene la verdad, lo que no nos han dejado ver. Cuidado, porque es la hora de los spoilers. ¿Qué se les ocurrió a los responsables de esta franquicia que justo cumple ahora 50 años? Pues "matar" a su personaje, para luego resucitarlo. Sí, amigos, curiosamente nos encontramos ante un reboot de la serie fílmica, con todo lo que conlleva: Casino Royale ha resultado, por el momento, insuperable y tras el tropezón que resultó ser Quantum of Solace, se ha aprovechado el parón involuntario de la serie (la bancarrota de la Metro...) para reescribir al nuevo Bond y a los que lo rodean.
El film comienza con una espectacular persecución en Estambul, un agente rival ha robado el listado de agentes encubiertos del MI6 y es vital que Bond lo recupere. Un error de la agente Eve y la rotundidad de M harán que Bond reciba un balazo en el pecho y muera (o eso parece, al menos...)
De ahí pasaremos al regreso del agente, justo cuando la sede del espionaje británico es atacada, siendo el principal objetivo M (Judi Dench). Aún tardaremos un rato en conocer la identidad del terrorista que provoca el caos en la ciudad del Támesis. Y es que si tuviera que comparar a Silva con algún personaje, sería el Joker de Batman. Es un agente del caos, inteligente, pero podrido, que quiere hacerle pagar una antigua deuda a la que fuera su jefa.
Y es en este momento en el que empezaremos a conocer detalles de la relación de M con sus agentes y detalles del pasado de Bond que hasta ahora se desconocían y que reescriben todo lo que suponiamos hasta el momento. Sólo ha habido un Bond, James Bond. Huérfano, de buena familia, escocés, propietario (hasta su supuesto fallecimiento) de una mansión en los páramos (donde se desarrolla la parte final del film, rompiendo con los desenlaces a los que nos tiene acostumbrados la saga). Convierten a Bond en una especie de Bruce Wayne del espionaje y lo rodean de nuevos rostros: el joven Q, una Moneypenny que se va a revelar sólo al final de la cinta y sí, también un nuevo M...
La película está muy bien dirigida y contiene pieces apreciables, como al pelea en el rascacielos de Shangai o la persecución en el Metro londinense.
Pero como ya he dicho anteriormente, no llega al nivel de Casino Royale, ni siquiera con la maravilla de un Bardem/Silva, algo desaprovechado al final de la cinta.
Daniel Craig es de piedra, interpreta a Bond con la frialdad y dureza necesaria, aunque haya un momento en el que el dramatismo de lo que ocurre lo reblandezcan un poco, pero es que en el fondo, muy en el fondo, él también tiene su corazoncito...
Y por cierto, ¿no os preguntáis que es Skyfall?
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