BALADA TRISTE DE TROMPETA

LLevo toda la noche madurando esta película, la última de Alex de la Iglesia, que ha tenido una tremenda campaña de promoción en todos los medios. Se nos ha vendido que se trata de una ímágne grangignolesca de las Dos Españas y su violento enfrentamiento.
Bien, a ver que he sacado yo en claro:
La historia. Es ni más ni menos que el enfrentamiento entre dos payasos, uno tonto y uno cabrón y sádico, por el amor de una trapecista. Todo ello sucede, deliberadamente, en unos decorados feistas, cartonpiedreros. En entornos lumpen o directamente sacados de la cabeza de un productor teatral.
Los diálogos son malos, malísimos. Los pobres actores las pasan putas para poder transmitir algo. Hay que recordar uno de ellos en especial. Es la primera vez que se conocen los dos payasos, Sergio y Javier (Antonio de la Torre y Carlos Areces)y éste le pregunta al tímido payaso que si le gustan los niños. El otro se queda medio callado y Sergio le contesta: ¿No te gustará el porno infantil? En el año 73, ¿quién conocía eso en España...?
El director se rodea de un plantel ya conocido por él, la mayoría han trabajado con él en un medio u otro, pero el que realmente destaca con una interpretación creíle es Antonio de la Torre. El resto bueno, los secundarios cumplen más o menos y el colocar a Carlos Areces en un papel protagonista me parece un error garrafal de casting. Areces, con su cara de torta, sólo tiene dos expresiones: Empanao o loco. No hay término medio. El personaje no sufre una transformación interior. Todo sucede porque sí, porque asi lo decide el guionista.

Otra cagada: Vemos a Javier de pequeño, buscando a su padre. LLeva puestas una boina y unas gafitas con el cristal redondo. Mantiene una conversación con su padre apresado por los Nacionales. Pasan los años, un Javier adolescente visita a su progenitor en la cárcel. Lleva la misma boina y gafas. ¿Qué pasa? ¿El público es tonto o qué? No hace falta, joder... Que ya nos damos cuenta de que es él.

Sigamos: Javier deja tuerto a un coronel fachoso (una especie de Millán Astray)y éste mira una medallita, normal y corriente, que el chaval lleva al cuello.
Pasan los años y se vuelven a encontrar en una situación que ahora relataré y lo vuelve a reconocer por la misma medallita y una foto cantosa y falsa que posee...

Vamos allá: Después de atacar a Sergio y desfigurarlo, Javier huye, semidesnudo y se refugia en una cueva en el bosque. Allí se convierte en una especie de Mowgli castizo, o tal vez una réplica del Jean Baptiste de Grenouille de El perfume. Come carne cruda y pierde la cabeza o eso parece, hasta que, tras huir desnudo (¿era necesario verlo en bolas?),perseguido por un jabalí hasta que se da de bruces con el coronel (Sancho Gracia).

Continuemos: La confrontación final en el Valle de Los Caídos, además de ser totalmente gratuíta, porque lo vuelvo a repetir, los protagonistas no representan a esas dos facciones, para nada. El director se autofagocita y calca la escena del Edificio Schweppes de El Día de la Bestia. Con la presencia de todos los miembros del circo, que no se sabe muy bien que van a poder hacer y el momento rídiculo e innecesario del vuelo del Motorista Fantasma.

¿Hay algo que me haya gustado de la película? Los títulos iniciales, potentes, sí que dan pavor, intercalando imágenes de aquellos años con una música de Semana Santa.
La escena en la que un enloquecido Javier entra en un cine y, Oh, Raphael canta la genial y triste canción que da título a la película. Y por supuesto, Carolina Bang, que pese a ser pelín estrábica y mala actriz, está mollar.
Siento ser tan crítico, pero le han dado tando bombo a esta película, esta especie de remedo dark de Forrest Gump (Franco, etarras y Carrero Blanco), tantos premios y la anécdota de Tarantino tirado en el suelo meándose de risa y todo para luego encontrarte con una película irregular, tal vez la peor del director. En fin, que disfrute de la gloria, pero con esa venda en los ojos que él mismo se ha colocado.