miércoles, 8 de enero de 2014

AMERICAN HUSTLE

Parece que David O. Russell le ha tomado gustillo a esto de la "dramedia", o sea, la comedia con toques dramáticos. En esta ocasión nos cuenta la historia, que tal vez sucedió realmente, de Irving Rosenfeld (irreconocible Christian Bale), dueño de una cadena de lavanderías y que también está metido en algún que otro chanchullo, como la venda de arte falso.
La casualidad hace que conozca a Sydney Prosser ( Amy Adams) una sexy administrativa que enseguida demuestra tener buenas dotes para el mundo del timo. La pareja consigue, sin llamar demasiado la atención, ganar dinero a espuertas hasta que uno de sus clientes resulta ser el agente del FBI Richie DiMaso (Bradley Cooper) un tipo que los obliga a montar una operación para coger con las manos en la masa a cuantos más políticos y empresarios pueda, ofreciéndoles un caramelo con aspecto de jeque árabe que pretende invertir en la rehabilitación de Atlantic City, ciudad del juego que el alcalde Carmine Polito quiere que recupere su brillo de antaño.
Metido en este gran follón, Rosenfeld tendrá que lidiar con su esposa, al inestable Rosalynd (Jennifer Lawrence) de la cual adoptó a su hijo pequeño. Surge una inevitable relación de amistad con Polito y comprueba, atónito, como Sydney empieza a sentirse atraída por el insoportable y arribista agente.
Es curioso, pero los actores que componen el casting parecen haberse puesto de acuerdo con le directo y coguionista para interpretar papeles alejados radicalmente de los que suelen ofrecerles, ofreciendo una serie de curiosos y acertados retratos de personajes que se mueven, al mayoría, en el terreno de lo ilegal, en una historia aunque parezca increíble puede llegar a ser real, todo en medio de un ambiente puramente ochentero, con sus tupes y peinados que desafiaban a la gravedad.

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