Es gratificante que con los tiempos que corren, en los que hordas de chavalitas histéricas piensan que un vampiro es lo que les están vendiendo en la saga Crepúsculo, un director o mejor dicho, hermanos directores, creen una película como ésta.
Es el año 2019 y los vampiros forman una sociedad que imita a la humana, un virus los transformó en lo que son y tan sólo el ansia por beber sangre los diferencia de nosotros. Lo malo es que las reservas, auténticas bodegas en las que en vez de toneles vemos como personas son drenadas hasta dejarlas secas, se están terminando. El doctor Edward Dalton, un apocado y demasiado humano vampiro, será el encargado de encontrar un sustitutivo a la sangre. Su jefe, el todopoderoso dueño de la multinacional Bromley(Sam Neill) le insta a que salve a su especie.
Narrada con muy buen pulso, con momentos en que se nos arrojan a la cara cubos de sangre y algún que otro detalle gore, la original historia nos muestra el día a día de estos vampiros urbanitas, y el problema que afrontan ante la falta de sangre. En el subsuelo viven los enfermos, los que se han transformado en monstruos y se muerden a sí mismos para sobrevivir.
Sólo será cuando el camino del doctor Dalton se cruce con un grupo de humanos, liderados por Elvis (genial Willem Dafoe)en el que vislumbre una posible cura para la enfermedad vampírica.
Tremenda la escena en la que que los vampiros enfermos son ejecutados. Impactante.
Si te gusta el género de los chupasangre, dale un oportunidad a esta película.
Si te da miedo la sangre, échale otro vistazo a las lánguidas aventuras de Eddie Cullem...
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