Podría decir que Alfonso Cuarón lo ha conseguido con su última película, se rompe esa pared y somos un tripulante más de la lanzadera en la que han viajado al espacio Ryan Stone (Sandra Bullock), Matt Kowalski (George Clooney) y otro compañero.
Y es que en esta producción la imagen en 3D es esencial y nunca, digo nunca, se había utilizado tan a favor de la historia, convirtiéndola en un factor narrativo más. Los movimientos de cámara (prodigioso plano-secuencia el del principio) están pensados al milímetro y nos muestran la aventura que vivirá la atormentada Stone y que la convertirá en otra persona.
La trama es fácil de resumir y realmente no es lo más importante del film: Una vez que su nave es destruida por una letal lluvia de basura espacial, Stone y Kowalski deben arreglárselas para sobrevivir y encontrar un camino de regreso a nuestro planeta.
Pero lo importante es cómo se nos narra esta aventura: Los sonidos, la respiración de los personajes, el silencio del espacio, momentos terroríficos (la llegada de los trozos de satélite) con imágenes de gran belleza (la entrada en la estación rusa). En fin, Cuarón logra una experiencia sensitiva total. Si el 3D se inventó fue para esto, y no para que nos arrojen cuchillos a la cara...
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